La pandemia de COVID-19 llegó a su fin. El número de casos agudos disminuyó sustancialmente, las personas están regresando a la oficina y su prevalencia en las redes sociales prácticamente se agotó, con una posible nueva pandemia esperando en el horizonte. Sin embargo, antes de continuar adelante, es importante reflexionar y preguntarse: ¿Qué causo la mayor pandemia del siglo XXI?
Después de cuatro años, la cuestión de cómo el virus llegó a los humanos aún no tiene una conclusión definitiva.
Actualmente prevalecen dos teorías: Una implica un origen natural y la otra involucra una filtración de laboratorio. Muchos han pasado por alto posibilidades alternativas que van más allá de las explicaciones naturales y de un laboratorio.
Un virus sin precedentes
El virus COVID-19 plantea un conjunto único de retos y peligros distintos de los que presenta cualquier otro virus que hayamos encontrado, lo que lo convierte en una amenaza temible y sin precedentes para la salud mundial.
Las características sin precedentes del virus COVID-19 —patogenicidad y transmisibilidad— van más allá de lo que cualquier virólogo o médico haya encontrado anteriormente.
El virus COVID-19 originario de Wuhan podía propagarse ampliamente por todo el cuerpo, empezando por los pulmones y afectando a diversos órganos vitales, como el cerebro, corazón, vasos sanguíneos, hígado, riñones y los intestinos.
Otros virus, como el del SARS, también pueden afectar a múltiples órganos, aunque no de forma tan amplia o grave como COVID-19. La mayoría de las complicaciones del SARS han sido autolimitadas o reversibles, aunque a veces puede producirse una enfermedad grave. En cambio, las complicaciones letales como la insuficiencia cardiaca, la lesión cardiaca aguda y la embolia pulmonar se han notificado con mayor frecuencia en pacientes con COVID-19. El virus de la gripe infecta muchos menos órganos y es mucho menos grave que el virus COVID-19 original de Wuhan.
COVID-19 puede atacar casi todas las partes del cuerpo debido a varios factores clave:
– La unión del receptor ACE2: El virus utiliza su clave —o proteína de espiga— para unirse al receptor de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2), que es el guardián de nuestras células, permitiendo la entrada del virus.
– Inflamación y tormenta de citoquinas: Una vez dentro, la proteína de espiga desencadena la inflamación, lo que puede provocar una respuesta inmunitaria extrema (tormenta de citoquinas) que puede conducir al fallo de múltiples órganos.
– Daño en los vasos sanguíneos: La proteína de espiga puede dañar los vasos sanguíneos, provocando coágulos de sangre en órganos vitales que pueden dar lugar a complicaciones graves como infarto de miocardio, accidente cerebrovascular y muerte súbita.
1. Teoría del origen natural
Una de las principales propuestas, es que COVID-19 tiene su origen en la naturaleza.
El virus no puede sobrevivir fuera de un organismo vivo: los coronavirus que causan enfermedades graves en los seres humanos suelen tener un almacén natural, que a menudo son los murciélagos. Estos almacenes permiten que el virus persista en la naturaleza y salte ocasionalmente a los seres humanos u otros animales, dando lugar a brotes.
Sin embargo, antes que puedan causar la enfermedad en humanos, también se necesita un huésped intermediario. Por ejemplo, los huéspedes intermediarios del SARS y el MERS son las civetas y los camellos, respectivamente.
En el caso del COVID-19, sin embargo, hay dos razones clave por las que muchos cuestionan la posibilidad de un origen natural.
No hay huésped natural confirmado
A pesar de los amplios esfuerzos de investigación, no se confirmó que ningún animal sea el huésped natural de COVID-19.
El virus COVID-19 no puede infectar células de murciélago directamente, lo que sugiere que es improbable que los murciélagos sean su huésped natural.
La publicación de Peter Daszak indica que el virus COVID-19 no se encontró en pangolines (mamíferos cubiertos de escamas) en estado salvaje o en los mercados comerciales, por lo que es poco probable que sean el huésped intermediario del virus COVID-19. Además, los pangolines viven lejos de los humanos y, por tanto, es improbable que sirvan de huéspedes intermediarios.
En un principio se supuso que los animales poco comunes que se comercializaban en el mercado de marisco de Huanan, donde se centraron la mayoría de los casos humanos iniciales, eran huéspedes potenciales del virus. Algunas muestras de hisopos ambientales del mercado dieron positivo. Sin embargo, no se encontraron muestras de esos animales portadores del virus.
Además, el llamado «paciente cero» y entre un tercio y la mitad del primer grupo de pacientes notificados no estuvieron expuestos al mercado de marisco de Huanan. Este hecho sugiere que el virus puede haber circulado en la comunidad antes de ser detectado en el mercado.
Observando hacia atrás, Jesse D. Bloom, del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson, identificó un conjunto de datos eliminados que contenía secuencias del virus COVID-19 de pacientes de la epidemia de Wuhan aún más anteriores, que recuperó de la base de datos archivada de los Institutos Nacionales de Salud. Bloom realizó un análisis genómico que reafirmó que el mercado de marisco de Huanan no era la fuente inicial del brote del virus.
Aunque la proteína de espiga del virus puede infectar a hurones y gatos, no hay pruebas epidemiológicas o genómicas convincentes que estos animales contribuyeran a las primeras fases del brote de COVID-19.
Características únicas que desafían las probabilidades
Todos los coronavirus tienen una corona puntiaguda compuesta por proteínas de espiga. La proteína de espiga se divide en dos partes: S1 y S2.
– S1 es el componente de unión análogo a la hendidura de la llave de una puerta, que se introduce en la cerradura. Permite que el virus se adhiera a las células huésped.
– S2 actúa como la base, o arco, de la llave, sosteniendo a S1 y facilitando el proceso de apertura.
Las «llaves» del virus COVID-19 —específicamente, su proteína de espiga— pueden introducirse en la cerradura a través de los receptores ACE2 de nuestro organismo con mayor facilidad y rapidez que las de otros familiares cercanos. Esto contribuye a su alta transmisibilidad y a su amplio impacto.
Después de la adhesión inicial del virus COVID-19 al receptor ACE2, una enzima «tijera» llamada FURINA en el cuerpo humano corta entre el S1 y el S2 de la proteína espiga. Este corte permite que el virus se una a ACE2 más fácilmente. La subunidad S2 se fusiona entonces con la membrana celular humana, estabilizando la unión de la subunidad S1 con la ACE2.
Las tijeras funcionan como llaves con dientes de sierra que encajan perfectamente en las cerraduras. Sorprendentemente, el virus COVID-19 tiene precisamente el punto de corte de tijera humano necesario —12 nucleótidos adicionales— en el lugar entre las subunidades S1 y S2 de su proteína de espiga. Esta inserción está perfectamente situada para que las enzimas humanas puedan escindir la proteína de espiga con eficacia, lo que ayuda al virus a entrar en las células humanas.
«El SARS-CoV-2 es el único de los más de 800 coronavirus conocidos relacionados con el SARS que posee un FCS [sitio de escisión de la FURINA]», declaró Richard H. Ebright, profesor de química y biología química del Consejo de Gobernadores de la Universidad de Rutgers, durante una comparecencia ante el Congreso el 18 de junio.
«Matemáticamente, este hallazgo implica por sí mismo que la probabilidad de encontrar un coronavirus natural relacionado con el SARS que posea un FCS es inferior a una entre 800», añadió.
Otros códigos genéticos únicos del virus COVID-19 han reducido aún más las probabilidades de evolución natural.
«Basándonos en estas características», la probabilidad de que haya evolucionado de forma natural a partir de su virus ancestro natural es de «menos de una entre 1200 millones«, según el Dr. Steven Quay, antiguo profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, que testificó en la audiencia, apoyado por su informe analítico.
Esta cifra se calcula aproximadamente basándose en la teoría del árbol filogenético. Incluso los genes de su pariente más cercano, el virus RaTG13 —que los virólogos de Wuhan consideran el antepasado de COVID-19— solo son idénticos en un 96% al virus COVID-19, con más de 1000 diferencias de nucleótidos.
Según la teoría del reloj molecular, el virus RaTG13 tardaría mucho tiempo —posiblemente varios cientos de miles de años— en evolucionar de forma natural hasta convertirse en COVID-19, y no existen pruebas que apoyen un periodo evolutivo tan largo. En consecuencia, los científicos no consideran de forma convincente que RaTG13 sea el virus antecesor de COVID-19.
En pocas palabras, los virólogos no pueden identificar un virus antepasado razonable para el virus COVID-19 basándose en las teorías científicas actuales. No obstante, existe cierto debate sobre estos cálculos, y no todos los expertos descartan la evolución natural.
Por su parte, el Instituto de Virología de Wuhan (WIV) se encuentra en la misma ciudad donde se originó la pandemia COVID-19. El WIV tiene un largo historial de investigación de coronavirus relacionados con murciélagos y virus similares al SARS. El instituto también llevo a cabo un gran número de investigaciones de ganancia de función (GOF por sus siglas en inglés), que consisten en mejorar las funciones de un virus.
Naturalmente, el WIV atrajo la atención mundial y se convirtió en el centro del debate sobre el origen de la pandemia COVID-19.
2. Teoría del origen del laboratorio
Antes de profundizar en el origen del laboratorio, debemos dejar clara una cosa: tanto si el virus COVID-19 procede del laboratorio de Wuhan como si no, el historial de investigaciones arriesgadas y poco éticas de este laboratorio —que funciona bajo las órdenes del Partido Comunista Chino (PCCh)— es un problema de fondo que hay que abordar.
El brote de COVID-19 se originó en una ciudad donde se llevan a cabo las investigaciones de laboratorio más avanzadas del mundo sobre virus similares al SARS. Esta es la razón principal por la que se consideró la hipótesis del origen en un laboratorio.
Investigación arriesgada
En el laboratorio de Wuhan, los virólogos utilizaron coronavirus de murciélago para manipular virus similares al SARS durante al menos una década.
En 2010, por primera vez, los virólogos de Wuhan descubrieron que los coronavirus utilizan la proteína de espiga como clave para unirse a los receptores ACE2, ampliamente distribuidos en la superficie de las células de los órganos vitales del cuerpo.
En 2013, aislaron un coronavirus específico de murciélago (WIV1) que portaba un tipo de proteína de espiga capaz de unirse a la ACE2 humana.
En 2015, editaron los genes de virus naturales y crearon un nuevo virus similar al SARS que puede infectar células humanas y saltar de animales a humanos.
Un informe filtrado de los NIH informaba que el WIV creó nuevos virus similares al SARS que pueden reproducir hasta 10,000 veces más copias del virus original en ratones modificados genéticamente que expresan receptores ACE2 humanos, imitando la infección humana.
Aparte el virus de murciélago natural (WIV1), los otros coronavirus que se han unido a los receptores ACE2 humanos son el virus del SARS, el virus COVID-19 y los supuestos cuatro creados por el WIV mediante estudios de ganancia de función: los tres virus mencionados en el informe de los NIH filtrado anteriormente y el virus SHC014-MA15 del que se informó en el estudio de Nature Medicine de 2015.
En 2021, The Intercept publicó una propuesta de investigación filtrada llamada DEFUSE, presentada en 2018. Esta propuesta contenía un plan de investigación de ganancia de función para insertar el sitio de corte específico —FURINA— en los genes del virus.
Aunque no se demostró que los virus diseñados por WIV sean los mismos que los de los virus COVID-19, WIV pretende alterar y mejorar las funciones de los coronavirus de murciélago.
Algunos sostienen que la investigación llevada a cabo por WIV se realizó para comprender mejor los coronavirus naturales y su transmisión, sin motivos subrepticios.
Periodo de eventos: De octubre a noviembre de 2019
El PCCh informó que el primer caso de COVID-19 ocurrió el 1 de diciembre de 2019, con el mercado de mariscos Huanan en Wuhan como zona cero.
Múltiples informes de investigación han revelado que una infección grave y misteriosa ya había surgido silenciosamente en Wuhan al menos dos meses antes.
1. Un grupo de investigadores científicos estadounidenses, principalmente de la Universidad de California en San Diego, examinó los datos genómicos de los primeros casos de COVID-19 y utilizó un modelo científico para determinar cuándo empezó el virus a infectar a la gente. Su estudio sugiere que la infección comenzó entre mediados de octubre y mediados de noviembre de 2019 en la provincia china de Hubei.
Cabe señalar que este y otros estudios genómicos fueron retrospectivos y no pueden confirmar definitivamente la transmisión, aunque estos hallazgos apuntan a la posibilidad.
2. Según los datos de vigilancia en China de las enfermedades similares a la gripe (ILI) en Wuhan presentados a la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la última semana de noviembre de 2019 (del 24 al 30 de noviembre) apareció un aumento pronunciado (Fig. 1), que superó rápidamente la tendencia a lo largo de 2016-2018.
Si los casos de ILI de esa semana fueron causados por la infección por COVID-19, considerando un período de incubación de dos a 14 días, el período de ocurrencia de la infección caería en la semana del 16 de noviembre o antes, el mismo marco de tiempo reportado por el informe del estudio genómico estadounidense antes mencionado.
Además, el informe de la OMS también destacó un aumento inexplicable (Fig. 2C) en los casos de ILI con resultados negativos en las pruebas de laboratorio en Wuhan a mediados de noviembre de 2019. Mientras tanto, un estudio publicado en 2022 indica que esos casos de ILI negativos para la influenza pueden haber servido como transmisión potencial de COVID-19.
3. Los diplomáticos destinados en el Consulado General de Estados Unidos en Wuhan atestiguaron una valiosa experiencia de primera mano de un brote inusual y misterioso en Wuhan en octubre de 2019. Posteriormente, el personal estadounidense abandonó China.
El jefe consular adjunto en el Consulado de Estados Unidos en China, Russell J. Westergard, escribió más tarde en State Magazine:
«A mediados de octubre de 2019, el dedicado equipo del Consulado General de Estados Unidos en Wuhan sabía que la ciudad había sido golpeada por lo que se pensaba que era una temporada de gripe inusualmente viciosa. La enfermedad empeoró en noviembre. Cuando los funcionarios de la ciudad comenzaron a cerrar las escuelas públicas a mediados de diciembre para controlar la propagación de la enfermedad, el equipo pasó la voz a la Embajada de Beijing y continuó el monitoreo».
4. Un informe de vigilancia de las aguas residuales del Departamento de Medio Ambiente, Salud y Nutrición y Salud Pública Veterinaria de Italia indica que se habían encontrado rastros del virus COVID-19 en muestras de aguas residuales de Italia desde el 18 de diciembre de 2019.
Existe una posible respuesta a cómo los casos de COVID-19 podrían haber llegado a Europa tan pronto:
Los Juegos Mundiales Militares 2019 —una especie de Olimpiadas para soldados— se celebraron en Wuhan a partir del 18 de octubre y duraron nueve días. Participaron cerca de 10,000 atletas militares de más de 100 países, incluidos los de los principales países europeos.
Se informó que atletas de Alemania, Italia, Francia y Suecia enfermaron tras su viaje a Wuhan. Cabe destacar que estos países fueron los más afectados al principio de la pandemia.
Las piezas que faltan en el origen del laboratorio
En pocas palabras, el laboratorio chino realizó estudios arriesgados. Además, el PCCh parece haber estado ocultando los hechos sobre cuándo comenzó COVID-19, tal y como hizo con otros brotes, como el brote de SARS de 2003.
Por lo tanto, muchos científicos se inclinaron por la hipótesis de la fuga del laboratorio de Wuhan.
Sin embargo, hay una cuestión que se pasa por alto: ¿Fueron los virólogos del WIV capaces de crear el virus COVID-19, el virus que infectó a cientos de millones de personas en todo el mundo, paralizando la economía mundial y causando la mayor pandemia desde la gripe española de 1918?
No existen pruebas concluyentes que el WIV creara el mismo virus que COVID-19. Los virus producidos a partir de la investigación del GOF encontrados en WIV siguen siendo muy diferentes del virus COVID-19, aunque tienen características similares.
Las probabilidades de fabricar la composición única del gen del virus COVID-19 son de aproximadamente 1 entre 1000 millones. ¿Podrían los virólogos del VMI haber superado las probabilidades? ¿Tienen los virólogos tanta habilidad para controlar por completo el resultado de su investigación sobre el GOF?
Tener un objetivo y experimentar en el laboratorio no conduce necesariamente al resultado deseado. Puede que WIV desee aumentar la función del coronavirus derivado del murciélago, pero es posible que no hayan sido capaces de diseñar el virus que causó una pandemia mundial ni de controlar el resultado de su proceso de investigación de GOF.
Gigi Kwik Gronvall, catedrática de Salud e Ingeniería Medioambientales y académica del Centro de Seguridad Sanitaria de la Universidad Johns Hopkins, comentó en un artículo de Hopkins Bloomberg Public Health: «Si hubiera podido ‘anticipar razonablemente’ lo que pasaba en el laboratorio, habría obtenido mi doctorado en seis meses en lugar de cuatro años».
Por un lado, la manipulación de los virus podría dar lugar a la creación de algo extremadamente dañino; por otro, también podría conducir a un virus menos potente que COVID-19.
3. Más allá de la teoría del origen natural o de laboratorio
La ciencia no puede explicarlo todo.
Si ni el origen natural ni el de laboratorio explican definitivamente la aparición del virus COVID-19, esto plantea la posibilidad que nuestras teorías científicas actuales sean demasiado limitadas para explicar plenamente su origen. En otras palabras, otras opciones —que aún desconocemos— podrían ser posibles.
La ciencia hace avanzar enormemente nuestra comprensión del mundo, proporcionando explicaciones para innumerables fenómenos a través de la observación, la experimentación y la evidencia empírica.
Sin embargo, tiene sus limitaciones: numerosas cuestiones científicas fundamentales siguen sin respuesta.
En 2021, la revista Science publicó 125 preguntas que no pueden ser explicadas por las teorías científicas contemporáneas. Estas preguntas abarcaban una amplia gama de investigaciones, incluidos los campos de la astronomía, la física, las matemáticas, la química, la medicina, las ciencias de la vida, la neurociencia, la ecología, la ciencia de la energía y la inteligencia artificial.
Por ejemplo, los orígenes del ser humano y de la conciencia humana siguen sin dilucidarse en gran medida y los investigadores continúan descifrando estos temas, aunque se avanzo en su comprensión.
Aunque Charles Darwin propuso la teoría de la evolución hace 165 años, no pudo explicar el origen de muchas especies biológicas. Hay numerosos misterios sobre la evolución de las especies que Darwin no pudo explicar, lo que a menudo lo frustraba.
Un ejemplo notable es la repentina aparición de plantas con flores en los estratos cretácicos hace unos 110 millones de años. En una carta de 1879 a su íntimo amigo, el botánico Dr. Joseph Hooker, Darwin se refirió a la rápida diversificación de las plantas superiores como un «misterio abominable».
Tales misterios abundan y subrayan las limitaciones de la ciencia contemporánea. Mientras seguimos explorando, es vital reconocer que ciertos conceptos superiores pueden estar fuera del alcance de la investigación científica, lo que nos anima a adoptar una perspectiva más amplia.
Cuando la ciencia se llega a un techo, solo podemos comprender mejor los orígenes de la vida si lo traspasamos. Tenemos que descartar nociones anticuadas para simplificar nuestra comprensión de los orígenes de la vida, incluida la aparición del virus COVID-19.
El PCCh debe rendir cuentas
Aunque los orígenes del virus siguen siendo un misterio, no podemos pasar por alto el riesgo que entraña la investigación sobre la ganancia de función del WIV. Cuando los seres humanos manipulan la naturaleza sin atenerse a unas directrices éticas, la posibilidad que se produzcan desastres imprevistos aumenta drásticamente.
El WIV traspasó los límites establecidos de la seguridad y la ética. Tanto si los virus manipulados salen de sus laboratorios como si no, sus temerarios experimentos han puesto en grave peligro a la población mundial.
Debemos llevar a cabo una investigación exhaustiva de la documentación del laboratorio sobre los virus virulentos y los animales que han estado estudiando, ya que han obstruido sistemáticamente el acceso a los expertos y a las investigaciones.
Además, desde el brote de COVID-19, el PCCh retraso repetidamente la presentación de informes e intenta encubrir la situación, obstaculizando una respuesta mundial coordinada.
En otros tiempos, China era famosa por su autenticidad y moralidad. Después que el PCCh tomara el poder en 1949, bajo el régimen totalitario, la ética se relajó y aumentó el miedo. La gente con poder se atrevía a hacer cosas arriesgadas, y cuando ocurrían sucesos desastrosos, las distintas partes implicadas querían quedar libres de sospecha.
Independientemente del origen último del virus, el régimen totalitario del PCCh, su falta de rendición de cuentas y sus políticas opacas perjudicaron millones de vidas. Deben rendir cuentas de sus actos.
Aunque el PCCh debe rendir cuentas por el desastroso impacto global de la pandemia de COVID-19, el origen último del virus puede estar más allá del laboratorio y de la comprensión científica actual, ya que aún existen muchas incógnitas. Es esencial que mantengamos la mente abierta, apreciemos lo que tenemos y defendamos la tradición y los valores humanos para protegernos mejor de futuras pandemias.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de The Epoch Times. Epoch Health acepta la discusión profesional y el debate amistoso.
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